Humboldt y su compañero de
aventuras, el botánico Aimé Bonpland, partieron de España desde el puerto de la
Coruña, el 5 de junio de 1799, evadiendo barcos de guerra británicos que
bloqueban la costa. Regresaron a Europa vía el puerto francés de Burdeos cinco
años después, el 3 de agosto de 1804. Sea cual fuere el itinerario que tuvieron
en mente al partir, pronto se esfumó en un laberinto de accidentes y
circunstancias fortuitas que acompañaron al viaje. Junto con sus logros
científicos multifacéticos, estaba su alegre manejo de peligros asombrosos,
incomodidades y contratiempos (varias veces se les anunció muertos en algunos
periódicos europeos y estadounidenses), lo que hizo de sus viajes toda una
sensación para el público estadounidense y europeo en esa época.
Junio de 1799–diciembre de
1800: Venezuela
Después de una escala en las
islas Canarias, la nave de Humboldt se dirigió a Cuba. Pero la tifoidea se
desató a bordo mientras el barco se aproximaba a la costa sudamericana, y el
capitán, en pánico, desembarcó en Cumaná, Venezuela. En este cambio repentino
de planes, Humboldt y Bonpland aprovecharon la oportunidad, los siguientes 16
meses, de viajar 1.500 millas por el interior de Venezuela y recolectar cerca
de 5.000 especímenes de flora, 3.000 de los cuales eran desconocidos para la
botánica europea. Entre los fenómenos que Humboldt estudió de cerca, estaban el
uso del hule natural y la fisiología de la anguila eléctrica. Él llevó el veneno curare a
Europa por primera vez.
Sus viajes, después de
cruzar los grandes llanos (savanas) del interior venezolano, lo llevaron a la
espectacular anomalía hidrográfica del Casiquiare, un canal natural que une al
río Orinoco de Venezuela con el río Negro en la cuenca brasileña. Aquí,
Humboldt observó petroglifos en lo alto de un risco que dominaba al río Negro,
lo que hizo nacer su fascinación con las culturas precolombinas y su convicción
de que, lejos de ser gente primitiva, las tribus Üntdel Nuevo Mundo
representaban sociedades avanzadas que habían tenido contacto marítimo
transocéanico y habían degenerado. Humboldt realizó cuidadosas observaciones de
singularidades astronómicas —incluyendo un eclipse solar en octubre y una
lluvia de meteoritos en noviembre de 1799, una de las más grandes de que se
tenga registro—, junto con observaciones precisas de un terremoto y amplias
anotaciones de lo que llamó “mareas atmosféricas”: un aumento y descenso en la
temperatura y las mediciones barométricas en cuatro oscilaciones diarias,
exactamente a la misma hora, a una completa variación con el calor normal del
día (“El mercurio baja de las 9 en punto de la mañana hasta las 4 de la tarde.
Entonces, sube hasta las 11, cae de nuevo hasta las 4:30, y sube hasta las 9”.).
Diciembre de 1800–marzo de
1801: Cuba
Después de un arriesgado
viaje de 25 días, Humboldt y Bonpland desembarcaron en la Havana, Cuba, la
“perla de las Antillas Españolas”. También era la capital del esclavismo en la
región, controlado sobre todo por los británicos, y Humboldt recabó
estadísticas que constituyeron uno de los cuerpos acusatorios de la esclavitud
más devastadores que se hayan reunido. “Sería fácil probar”, escribiría
Humboldt más tarde, “que en todas las Indias Occidentales, ahora quedan apenas
unos 2.400.000 negros y mulatos (libres y esclavos), de los casi 5.000.000 de
africanos que se trajeron de 1670 a 1825. Estos cálculos sobre el consumo de la
raza humana no incluyen el número de esclavos desafortunados que perecieron en
el camino o que fueron arrojados al mar como mercancía dañada”. Humboldt
crítico con dureza la escuela británica de Adam Smith por nombre, por presentar
la “mayor de las iniquidades” como un “beneficio universal”. Humboldt pensó
dirigirse después a los Grandes Lagos de los EU, bajar, y hacer un mapa del
Misisipí, atravesar México, e ir a la Filipinas. Pero justo en ese momento
llegó a sus manos un periódico que decía que la expedición francesa que casi
partiera hacía dos años con Humboldt a bordo desde Francia, se había reorganizado
bajo el mando del capitán Baudin, y estaba por zarpar hacia Sudamérica y los
Mares del Sur. Humboldt decidió alcanzarlo en Lima, Perú. Así que se dirigió de
vuelta a Sudamérica.
Marzo de 1801–marzo de 1803
A su llegada a Cartagena,
Colombia, los dos viajeros se embarcaron en lo que se alargaría a dos años de
viaje por la “columna vertebral de Sudamérica”, el gran corredor de volcanes
conocido como los Andes. Aquí florecieron el conocimiento y las investigaciones
de Humboldt en la geografía de las plantas, los fenómenos volcánicos de todo
tipo —ahí rompió de forma definitiva con la escuela “neptunista” de geología,
que sostenía que toda la formación de rocas era fundamentalmente sedimentaria—,
y de las múltiples facetas de la historia, la arqueología y la etnografía de
las civilizaciones indias americanas. También dominó el montañismo de altura y
estableció una marca mundial en las laderas del Chimborazo, en Ecuador, que
nadie superó por 30 años.
Fue en Quito, Ecuador, en
junio de 1802, que Humboldt descubrió que su esfuerzo por alcanzar la
expedición de Baudin fue en vano; Baudin regresó al este por el Atlántico Sur,
para circunnavegar el globo vía África, en vez de hacerlo por el oeste, vía la
costa del Pacífico de Sudamérica.
Tras sus hazañas de montañismo,
los viajeros se encaminaron hacia el sur, cruzando la Cordillera de los Andes,
a las tibias aguas del Amazonas por un corto tiempo; y volviendo a cruzar
entonces hasta Cajamarca, donde Humboldt vio que la aguja de su compás se
balanceaba de norte a sur: fue la primera determinación de un valor exacto (en
la inclinación de la aguja) para el “ecuador magnético”, y serviría como norma
mundial de la medición por 35 años.
Poco después, en las
montañas de Trujillo, Perú, los viajeros vieron por primera vez el Pacífico.
Pasaron 2 meses aburridos empacando y enviando sus colecciones a México y
Europa, pero Humboldt aprovechó el tiempo para realizar observaciones del
tránsito de Mercurio cruzando el Sol, para establecer con exactitud la longitud
del puerto de Lima, Callao, también por primera vez.
Humboldt decidió proceder de
ahí a la más avanzada de las posesiones españolas en las Américas, la Nueva
España (México). Viajando en barco, en una escala en Guayaquil, Ecuador, hizo
mediciones de la gran corriente fría de esa parte de la costa sudamericana, que
viene del norte, misma que desde entonces se conoce en la geografía mundial
Üntcomo la Corriente de Humboldt; a pesar de las propias protestas reiteradas
de Humboldt de que de ningún modo él la había descubierto, sino que sólo la
había investigado.
Marzo de 1803–abril de 1804:
México
Humboldt y sus acompañantes
(Carlos de Montúfar, hijo del gobernador de la provincia de Quito, se había
unido a la expedición en los Andes) viajaron relativamente poco en México, en
relación a las grandes distancias de las fases anteriores de la expedición.
Pero Humboldt llevó a cabo la investigación más completa de todo el viaje, con
un acceso sin precedentes a los archivos del vicerreinato concernientes a sus
recursos naturales, su gobierno, sus ingresos y egresos, y mucho más. Sus
viajes personales lo llevaron a centros de minería en Taxco, Real del Monte y
Guanajuato, en compañía de sus viejos amigos de la Escuela de Minería de
Freiburg.
Y no podía pasar por alto
los grandes volcanes de México, entre ellos el volcán Jorullo que empezaba a
nacer levantándose en unos campos de maíz desde hacía sólo unos 40 años antes.
El resultado fue un tratado de geografía política que estableció una norma
mundial para ese tipo de escritos en la época: Ensayo político del reino de la
Nueva España.
Humboldt había pensado
seguir hacia el oeste desde México para completar la circunnavegación del
globo. Pero, en cambio, se dirigió a Europa. Sus razones, como lo expresara en
una carta de la época, fueron: “El estado lamentable de nuestros instrumentos,
lo vano de nuestros esfuerzos por remplazarlos, la imposibilidad de reunirnos
con el capitán Baudin, la falta de un barco que pudiera llevarnos a las islas encantadas
del Pacífico Sur, pero sobre todo la urgente necesidad de emparejarnos con el
rápido avance de la ciencia que debió haber durante nuestra ausencia, son los
motivos para abandonar nuestro proyecto de regresar vía las Filipinas y por el
Mar Rojo a Egipto. . .”
En cambio, después de un
breve alto en la Havana, se desvió para ver los EU de América y a su
presidente, Thomas Jefferson. Finalmente vería costas europeas de nuevo el 3 de
agosto de 1804.
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